Este año conmemoramos Segovia el 500 aniversario del inicio de la construcción de la Catedral de nuestra ciudad. Esas construcciones eran la prueba de la pujanza de un territorio. En 1525, Segovia estaba en la cresta de la ola y eso se nota en infinidad de edificios señoriales, iglesias y palacios construidos en esos siglos.
El poder político y el económico estaba aquí radicado y eso se notaba en la monumentalidad heredada por las generaciones actuales. Hacía muy poco que los Reyes Católicos tomaban sus decisiones en el Alcázar y la corte dotaba de prestigio a la ciudad a nivel mundial.
El poder económico lo aportaba la industria del paño. Aquí se tejían los de más calidad y fama de Europa, que se exportaban con éxito. La denominada Casa del Sello, ubicada en la Calle de San Francisco, era el espacio donde se ponía el marchamo que identificaba como paño de Segovia a lo que salía de los telares de la ciudad. Y esto unido a una industria de esquilar, cardar y tejer; como acredita nuestro callejero. Con inmensos rebaños de ovejas, sus esquileos y grandes cañadas que hacían que el dinero y la población brotara con generosidad.
Pero eso se acabó. Llegó después la decadencia, y los siglos posteriores trajeron la pobreza, la miseria y la despoblación. Es el signo de los tiempos. La revolución industrial sentó fatal a nuestra provincia que quedó atrasada y pobre. A otros territorios en cambio les tocó la lotería. León por ejemplo, que aprovechó la necesidad de carbón para alimentar las calderas de vapor. El norte de su provincia y la comarca del Bierzo y se llenaron de minas. Y estas de mineros, ingenieros, transportistas, ferrocarriles, centrales térmicas e industrias auxiliares. Y con ello un floreciente comercio y otros servicios que llenaron de gente la provincia leonesa.
Ahora que el carbón no tiene salida comercial como combustible, dado su origen fósil, y por tanto muy contaminante, llega la decadencia. Hace ya décadas que sus minas se cerraron y con ello comarcas enteras se vaciaron de trabajadores, y los jóvenes emigran en busca de futuro. El derribo de las grandes chimeneas de las centrales térmicas queda como icono del proceso de declive. Quedan los jubilados con magras pensiones de la mina, pero que paulatinamente van falleciendo, y León se apaga como una vela con poca mecha.
Esa provincia ha pasado de tener 526.000 habitantes en 1983, al inicio de la autonomía de Castilla y León, a contar con 447.000 en el último censo publicado. Una sangría poblacional en toda regla.
Y en ese ambiente resurge el Lexit, o lo que es lo mismo, el leonesismo. Una corriente política que pide autonomía para su provincia, e incluso añade a las provincias de Zamora y Salamanca, que andan con problemas de despoblación parecidos. Lo apoyan partidos locales como la Unión Pueblo Leonés, pero no le faltan simpatías en el PSOE y en el PP.
Observo con curiosidad ese fenómeno, desde una Segovia que rompe esquemas en la región, ganando población en las últimas décadas y que es firme candidata a ser la provincia más habitada de las pequeñas de la región. Es cuestión de tiempo superar en habitantes a Zamora, Palencia y Ávila. Y los datos de actividad hacen pensar que el ciclo económico vuelve a favorecer a Segovia, aunque sea por el rebufo que ofrece el crecimiento económico y de población de Madrid.
Me temo que el asunto de León no se arregla con autonomía propia. Ni usando un victimismo acusatorio contra Valladolid, a la que señalan por llevarse los recursos autonómicos. Cierto que Pucela ha sido la gran beneficiada de Castilla y León, pero cuando observo a los leoneses quejarse, me quedo con cara de póker. Visitar su ciudad y ver sus equipamientos, para compararlos con los de Segovia, hacen que me de la risa y sus lamentos me parezcan exagerados.
La autonomía castellana y leonesa nació en la Transición como un matrimonio de conveniencia, que no ha logrado los mejores resultados, al menos en mi opinión. Ojo que uno de sus más firmes impulsores fue un leonés, Rodolfo Martín Villa, que entonces era político de UCD de los que mandaban en el Gobierno de España. El problema de León no es de autonomía política, sino de ciclo económico. Se gripó su principal motor que era el carbón y no ha encontrado la forma recuperar el vigor económico de antaño.
Sirva esta reflexión para que en Segovia nos pongamos las pilas y aprovechemos el momento y reclamar en la región la atención y los recursos para convertirnos en una provincia de referencia y que tire del carro. Malo sería para la región dejar de aprovechar el momento que ofrece Segovia para ganar población, industrias y servicios. Es por ello que es el momento de reclamar no la autonomía, como también reclamaron algunos sectores en la Transición, sino el apoyo y las inversiones para aprovechar la ocasión que tenemos delante. Llámalo puerto seco, infraestructuras o planes industriales.