Llega el calor, y eso que este verano está siendo benévolo en Segovia. Pasamos el 40 de mayo…. Y seguíamos con tiempo tirando a fresco. Al final la canícula y el bochorno termina llegando, y ahí es cuando buscamos la sombra, como ha sido en esta semana.
A partir de las horas del mediodía buscamos cualquier resquicio donde no pegue el sol. La sombra adquiere todo su valor. Luego tienes sitios de la ciudad que no dan tregua, como es la Calle San Juan. Da igual por donde la pilles que te va a dar el sol y encima tras subir la cuesta, llegas la Plaza del Conde Cheste sudado para todo el día. Ahí nos acordamos de la importancia de los árboles en la ciudad.
Regularmente salen estudios de lo beneficiosos que son para la salud de las personas y la biodiversidad. Refugio y alimento de los pájaros e insectos, frescor para el ambiente y sombra agradable que baja la temperatura ambiental. Mucho mejor que la ofrecida por un toldo o parasol.
En la ciudad tenemos plazas 'duras', como se denominan aquellos espacios donde predomina el asfalto y el hormigón. En Nueva Segovia están las plazas de Fernando de Rojas, Fernando Bécquer o Tirso de Molina, que, tras toda una tarde de sol veraniego, se convierten en hornos. Sin apenas árboles, el suelo se recalienta y los edificios acumulan un calor insoportable para sus habitantes.
La anterior corporación municipal aprobó el proyecto de renaturalizar esos espacios, como ya se hizo en la Plaza de Espronceda, ahora conocida como el bulevar. Se trata de plantar árboles, reducir los espacios de hormigón y asfalto y dejar tierra a la vista, donde la lluvia se infiltre en el subsuelo en vez de irse directa al alcantarillado.
Una receta sencilla que supone reducir varios grados la temperatura que los vecinos tienen que soportar en las olas de calor, que según nos anuncian los expertos, cada vez serán más intensas y frecuentes. La realidad es que ha pasado un tiempo, y las obras anunciadas para el barrio de Nueva Segovia no se han llevado a cabo aún, ni se han comunicado la fecha de comienzo.
Ahora pensamos en árboles como productores de sombra y de espacios amables para los ciudadanos. Soy optimista en ese punto, pues vemos como la ciudades y pueblos no pierden ocasión de plantar arbolado en las calles y en zonas ajardinadas.
Da gusto ver crecer un bosquete de pinos en los terraplenes existentes entre el Puente de Valdevilla y el actual parque de los Bomberos, en lo que antes era un descampado. Y también en las franjas de tierra entre Nueva Segovia y la Avenida Don Juan de Borbón. Disfruto viendo como cada año crecen y van creando un espacio verde y de sombra dentro de la ciudad. Un oasis para los días más calurosos del verano, y un maquina de producir oxígeno y limpiar el aire de Segovia.
Aún recuerdo cuando los escolares del Colegio Villalpando plantamos los plátanos de sombra frente a las casas de los militares en la Avenida de la Constitución. Cuarenta años después, disfrutamos de su sombra y frescor en una de las avenidas más amplias, siempre que no hagan esas podas salvajes para evitar a los estorninos cagones.
Según el censo de 2018, que hace unos años publicó Francisco Javier Sanz Arribas, en la ciudad tenemos más de 5.600 árboles de 87 especies diferentes. Eso es el triple de los que había hace 40 años. Y en esa cuenta solo entran los urbanos, obviando los de las zonas verdes que circundan la capital. Se trata de un dato muy positivo, del que sentirnos muy orgullosos los segovianos.
Por eso es momento de seguir con el empeño de hacer una ciudad más verde y amable. Las instituciones promoviendo las plantaciones y planificando alcorques para árboles en las obras de urbanización, y los ciudadanos cuidándolos y mimándolos. Su regalo será la sombra que tanto buscamos en los meses de calor.