La Semana Europea de la Movilidad abre todos los años el debate sobre la gestión de un asunto poliédrico que genera tantas opiniones como habitantes tiene Segovia, y no todas coincidentes. Las propuestas de modelos de transporte público tienen un sesgo político importante donde la ideología prima sobre la funcionalidad y la eficiencia a la hora de plantear un sistema capaz de atender las necesidades de una ciudad en la que se abusa del vehículo privado para desplazamientos que bien podrían hacerse en autobús o incluso a pie. Los gobiernos municipales que en democracia han sido han tenido una controvertida relación con la movilidad por la ciudad, y muchos recordamos aquellos enormes autobuses de color verde pistacho que en la década de los 90 recorrían la ciudad… si las constantes averías les dejaban y que resultaban escasamente atractivos para moverse por Segovia. De aquellos autobuses pasamos a una nueva flota presentada a bombo y platillo bajo los arcos del Acueducto a principios del siglo XXI, con la que Pedro Arahuetes se ganó el favor de los segovianos al modernizar vehículos y rutas.
A fecha de hoy, ya casi finalizado el primer cuarto de siglo, las halagüeñas previsiones quedaron estancadas ya que no ha habido voluntad de continuar abordando medidas tendentes a hacer más habitable la ciudad y alejarla paulatinamente del tráfico en el centro histórico. A buen seguro, la aplicación de la Zona de Bajas Emisiones acelerará un proceso que, dada la dinámica de la propia ciudad, parece irreversible en cuanto a la prohibición del tráfico convencional - salvo residentes y negocios hoteleros en el centro- y supondrá un cambio radical en la forma de entender la movilidad en Segovia.
¿Está Segovia preparada para dejar a un lado el vehículo privado?. La respuesta es difícil de aventurar. Para quienes nos visitan, las plazas de aparcamiento de pago existentes resultan insuficientes en puentes y festivos puntuales, pero a diario pemanecen a medio aforo, y no se llenan todos los fines de semana, por lo que quizá antes de hablar de construir nuevos aparcamientos en zonas tan delicadas como el Paseo del Salón, convendría buscar alternativas de parking puntuales de uso gratuito que pudieran abrirse en función de la demanda de plazas en periodos concretos, aunque bien es verdad que experiencias como la de la pasada Semana Santa con la apertura de la explanada en la carretera de Palazuelos pincharon en hueso.
Los segovianos apuestan cada vez más por el transporte público, pero reclaman más frecuencias y mejores vehículos en líneas que a diario se llenan de personas que emplean el autobús para llegar al trabajo o a los centros educativos, sobre todo en las horas punta de primera hora de la mañana y de la tarde. La experiencia de las lanzaderas con las que conectar la plaza de la Artillería con el centro histórico y evitar el trasiego de los grandes vehículos no parecen contar con la anuencia de los ciudadanos, aunque quizá ello obedezca más a una cuestión de uso consuetudinario.
De lo que no hay intención es de aplicar sistemas de transporte alternativos como la bicicleta, a tenor del escaso interés del actual equipo de Gobierno por promover el uso del carril bici - al que la amenaza de devolver los fondos europeos que lo hicieron posible le salva de su eliminación-, o crear un sistema de alquiler de bicicletas como el que se implantó con muy poco éxito hace unos años. La orografía de la ciudad y las dificultades de mantenimiento de este servicio son los argumentos que esgrime el equipo de Gobierno para no ponerlo en marcha, aunque en otras capitales cercanas su funcionamiento es bueno y apreciado por la ciudadanía.
Son sólo algunos apuntes de un problema que ha ocupado y preocupado a la ciudad durante décadas y que no ha encontrado una solución aceptable y aceptada por todos. Habrá que seguir trabajando para ello con el consenso, la sostenibilidad y la defensa del patrimonio como pilares fundamentales.