Santiago Abascal, lógicamente entusiasmado por la nueva vertiente internacional de su carrera política, que le permitió ser invitado a la toma de posesión de Donald Trump y asistir ahora en Washington a la conferencia de partidos conservadores en la que tuvo oportunidad de estrechar la mano a Elon Musk, muestra un entusiasmo tan exacerbado por Donald Trump que raya en la abducción. Similar a la que desgraciadamente estamos acostumbrados en la España actual, con personajes de gran valía profesional que, llamados para formar parte del gobierno, parecen abducidos por el presidente, abrazando todas sus causas con entusiasmo, aunque antes las aborrecían.
El líder de Vox, aliado con el húngaro Orbán, el principal apoyo de Putin en la Unión Europea, ha "comprado" las tesis surgidas de la alianza Trump-Putin, y ha acusado a populares y socialistas europeos de financiar la guerra de Putin, de llevarnos a "un conflicto masivo" y, a Sánchez, de pagar las bombas que lanza Putin contra Ucrania, ya que España compra a Rusia el doble de gas que le compraba antes de la guerra.
La fuerza de Santiago Abascal se basa solo y exclusivamente en el perfil católico de su partido. Si no fuera por eso, por ser el único partido que defiende abiertamente la moral católica y además presume de ello, como si no tuviera cabida en otros partidos, por ejemplo el PP, Vox no tendría el respaldo en votos que hoy tiene, y además es creciente.
Es la única razón de que militantes y votantes de Vox continúen dando su confianza a un partido que se desangra a diario con la pérdida de sus mejores hombres y dirigentes, cuando comprenden que el poder no lo ostentan quienes forman parte de la dirección, ni siquiera Abascal, sino personajes que imponen su criterio como supuestos asesores. Partido además con sus cuentas y financiación poco claras.
El componente religioso, del que presume Vox como si tuviera la exclusividad, es clave para amarrar adhesiones. Es lo que explica que la gente de orden que milita o vota Vox acepte por ejemplo una alianza indirecta con Putin a través de Trump, lo que supone una alianza con un hombre que representa lo peor de una dictadura comunista, que inició una guerra por ansias territoriales sin importarle los centenares de miles de muertos, la mayoría civiles, en Ucrania; ni tampoco los centenares de miles de víctimas rusas, la mayoría obligadas a ir a la guerra contra su voluntad y sin la formación militar indispensable.
Abascal, en esa abducción por Trump que le permite presumir de sus contactos con dirigentes de otros países y alejarse de los problemas cotidianos españoles -como le ocurre a Sánchez- ha llegado a mezclar muertos con problemas energéticos, y sentimientos con mensajes políticos. Según el líder de Vox, socialistas y populares "no lloran por los muertos de Ucrania, a la que han engañado. Lloran porque su tiempo ha acabado".
Comentarios como este no tienen nada que ver con una supuesta ideología de ultraderecha. Son, simplemente, una bajeza.