El debate político nacional es, de forma habitual, de corto alcance, pedestre, previsible. Apenas algún destello de ironía que sirve para aligerar los lugares comunes. Un equipo sale al ataque, el PP, y la zaga gubernamental le recuerda que su discurso hace aguas. Incluso cuando el Gobierno se pega un tiro en el pie resulta que el PP, cuando había gobernado, ya se lo había pegado antes.
Se levanta el líder de la oposición en su escaño y le relata al Gobierno los cuatro casos de corrupción que están en el candelero judicial, el hermano, la mujer, el fiscal general y el caso Koldo, y dibuja un panorama de corrupción invivible en el país. Salvo en el último caso, que es el de más enjundia, en el resto las consecuencias para el conjunto de los ciudadanos son percata minuta. Nada que ver con Gurtel y los casos que cercaban a distintos gobiernos del PP en su momento. Pero todo déjà vu. Feijóo insiste en la sesión de control al Gobierno en la corrupción y aprovecha la trifulca entre ministras del PSOE y Sumar a la vista de todo el mundo a cuenta de la tributación del Salario Mínimo Interprofesional, sin tener en cuenta que en todas las cuestiones socioeconómicas el PP lleva las de perder, por su pasado que Pedro Sánchez se encarga de recordarle, como la congelación del SMI con la excusa de que ponía en riesgo la creación de empleo, uno de los dogmas neoliberales que el tiempo se ha encargado de desmentir. Y la congelación de las pensiones.
El enfrentamiento entre la ministra portavoz, Pilar Alegría y la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, fue espectacular. Se olvidaron de lavar los trapos sucios en casa y ahora el debate se centra en la salud del gobierno de coalición. Un momento más a añadir a los choques en los gobiernos de coalición. Nada que no se haya vivido en otros países acostumbrados a esa forma de gobierno. Alemania va a elecciones porque el "semáforo" dejó de funcionar.
Tras el repaso a la corrupción, Feijóo elevó el tiro para criticar la incapacidad del Ejecutivo para resolver los problemas de los ciudadanos, la vivienda, la inmigración y la pobreza. Sobre la vivienda el PP está en campaña y puede hacer mucho, porque las competencias están transferidas a las comunidades autónomas que pueden poner proyectos en marcha, solas o en compañía de otras. Sería deseable que con fórmulas distintas a las que han acabado subiendo los precios de las casas. En cuanto a la inmigración, el Ejecutivo ha pillado con el pie cambiado a las autoridades valencianas al promover la regularización de 25.000 inmigrantes. ?¿Un gesto de humanidad? No. Se necesita mano de obra para acometer las obras de reconstrucción de los desastres provocados por la dana y no hay gente. Pero eso pasa también en muchos sectores productivos que demandan regularizaciones. Y la pobreza y la desigualdad se palía en cierto grado con la subida del SMI de un sesenta por ciento desde 2018. No es suficiente, pero por algún sitio hay que empezar.
Por último, dice Feijóo que la gente quiere que Sánchez se marche. Pero obvia que la gente tampoco dice que sea él quien le sustituya. De hecho, según el CIS -con todas las prevenciones- el 42% prefiere a Sánchez como presidente, frente al 18% que se inclina por Feijóo