En las películas del Oeste que tan buenos ratos nos han hecho y nos hacen pasar a los aficionados al género, es frecuente ver entre los personajes que aderezan el relato de la trama la figura del vendedor de crecepelo. Es este un personaje cercano a la picaresca española que recorría en su carromato los pueblos para ofrecer milagrosas pócimas con las que recobrar el cabello perdido por la alopecia por un módico precio, bajo la promesa de obtener una hermosa cabellera en pocos días. Los parroquianos se acercaban al carro atraídos por la oferta y con el "gancho" de un espontáneo ciudadano que aseguraba haber obtenido el resultado prometido y que al concluir la venta le esperaba a la salida del pueblo para participar como cómplice de su porcentaje de las ganancias.
Quizá su espíritu se haya trasladado a los creadores y propagadores de "fake news", de las que no andamos faltos en los últimos años por mor de las redes sociales, verdaderos altavoces de quienes tratan de vender algo más que productos milagrosos. Lo peor de esta plaga que mancha el trabajo de los profesionales de la información a quienes se mete en el mismo saco que a los que alimentan con mentiras interesadas sus canales y plataformas de comunicación es la cantidad de ciudadanos y ciudadanas que caen en la trampa y dan por ciertas noticias y afirmaciones que sólo son bulos interesados y peligrosos.
Pero serán otros los que analicen este problema capaz incluso de aupar a la presidencia del país más poderoso del mundo a aquellos que manejan con habilidad esta capacidad. Mi reflexión va orientada a un uso menos dañino y más positivo de las estrategias de mercadotecnia que tienen como objetivo pulsar la tecla sensible de las personas para conseguir espolear su ánimo consumista. A la vuelta de la esquina tenemos ya la Navidad, tiempo en el que se exacerban los sentimientos de paz amor, encuentros familiares y buenos sentimientos en general, y las grandes empresas de todo tipo afinan sus estrategias para arrancar el dinero del bolsillo de los ciudadanos. El sistema capitalista ha naturalizado ya este periodo y, por poner un ejemplo, son pocos los que se resisten al embrujo de la lotería acumulando décimos y participaciones animados con una breve pregunta de cuatro palabras: "¿y si toca aquí?". La campaña irá a más y los creativos publicitarios hurgarán en nuestros sentimientos para que llenemos los hogares de dulces, juguetes, colonias y perfumes quizá por encima de nuestras posibilidades.
Bajando el balón al suelo, estos días Segovia ha conocido el nuevo escaparate que la Diputación ha creado para difundir la oferta turística de la provincia, así como el Plan de Innovación de Segovia elaborado por el Ayuntamiento de la capital. Las dos iniciativas comparten el objetivo común de dinamizar la economía provincial mostrando las bondades de los atractivos patrimoniales y medioambientales y las posibilidades de Segovia como espacio para acoger el emprendimiento empresarial relacionado con las nuevas tecnologías.
Obviamente no se puede "vender" un concepto o una oferta si no se recurre a la hipérbole del mensaje publicitario, pero este recurso debe ser manejado con inteligencia y habilidad para no caer en un mensaje engañoso o torticero que genere falsas expectativas. No parece que en ninguna de las iniciativas antes citadas se pueda hablar de un abuso en este concepto, ni siquiera al comparar el Chorro de Navafría con el Salto del Ángel de Venezuela o pretender que "Sego" es el nombre que los segovianos le damos a nuestra ciudad. Ojalá ambas campañas consigan los resultados pretendidos y que quienes nos visiten o decidan emprender iniciativas empresariales salgan satisfechos de su elección y no se sientan defraudados. En Segovia no hay vendedores de crecepelo....