Sergio Perela

Gabinete del Dr. Freeman

Sergio Perela


Identidad

15/07/2024

Desde la Biblia a muchas de las obras de Shakespeare, el propio Don Quijote y hasta una letra de Siniestro Total. La pregunta de quién soy, la construcción de la identidad, es un pilar absoluto para cualquier ser humano que quiera estar medianamente equilibrado. Y ese quién soy no figura recluido en el nombre y apellidos que aparecen en un DNI, ni siquiera en la foto, más o menos favorecedora que aparece en el mismo. Se trata de una pregunta extremadamente compleja cuya respuesta, ni es monosilábica, ni tiene porqué ser rápida. Cada cual tarda lo que tarda en construirla, en conocerse, en saberlo. Porque somos lo que dicen que somos, lo que sostenemos o pensamos que somos; pero también lo que no pudimos ser o alguna vez quisimos, porque todo ello configura lo que el espejo nos devuelve cada mañana.

Entre los muchos adjetivos que definen al firmante está la capacidad de obsesionarse. Durante muchos años, acudí a la biblioteca decidido a leérmela entera de forma temática. Iba, elegía un tema y me terminaba llevando a casa todos los libros que hubiera sobre aquello. De ahí que, en un momento de obsesión vampírica justificada por la saga de Anne Rice, topara incluso con una tesis doctoral made in Spain que vinculaba la aparición de leyendas vampíricas con una epidemia de rabia. De rabia, pero escrita de otra manera, también se haba en la saga del Capitán Alatriste. Un personaje que, un día, pensando sobre la identidad en una trinchera en Flandes, quiso ver cómo varios individuos de diferentes comunidades autónomas discutían entre sí sobre las bondades de cada una por encima de las demás. Hasta que, llegado el enemigo, encontraban el único acuerdo posible. Y eso, de alguna manera, es España.

Otra de las cuestiones que nos definen es el origen. A mí la vida y mi querida madre me sacaron a la luz en Vigo y, aunque con un año ya estaba dejando caer mis lágrimas cerca del Peñascal y luego en San Lorenzo; siempre me he sentido gallego. Un gallego que en un momento determinado sentía que le crecían raíces en Madrid, pero no. Un gallego que, después, emigró a Asturias y al que no le llovió lo suficiente. Un gallego que, sin saberlo hasta mucho después, tenía ya un 90% de castellano, porque el refrán dice que uno es de donde pace y a día de hoy no he encontrado forma de quitarle razón. ¿Y qué define a un gallego? Pues al margen del acento y responder con otra pregunta a una pregunta; a un gallego le define una lengua, una mitología, un estremecimiento íntimo al escuchar un pandero o una gaita y hasta una cierta forma de guardar como propios los secretos de su comunidad como se ve en el personaje del detective Leo Caldas que se inventó Domingo Villar.

¿Y qué define a un castellano? Qué pregunta, ¿verdad? En Castilla no será por historia, pero de pronto esa historia de alguna forma se ha tomado como historia de España y, claro, eso da identidad pero otra. La lengua, que no deja de ser una forma de ver el mundo, pues la compartimos también. ¿Con el orgullo de que es la oficial? Pues si quieren ustedes. Mitología, hay. Folclore, muy rico. ¿Suficientemente contada? ¿Suficientemente valorado, o más bien tomado durante mucho tiempo como algo menor o pueblerino?

No puedo evitar esa sensación de que muchos pueblos de España guardan y protegen los aspectos culturales que definen quiénes son y que Castilla no lo hace. En aras, dirán unos, de una consideración mayor, de huir del efecto campana. Aunque uno no termina de tener claro si eso daría para poder meter baza en aquella trinchera de Flandes; o para construir una identidad en torno a una leyenda más o menos truculenta. Pero claro, que lo mismo toda esta elucubración tiene que ver con esa nostalgia que acompaña a mi 10% gallego, que no sabe si va o si viene.