El pasado fin de semana, la imagen del Acueducto y sus calles adyacentes recordaba la de las antiguas fotografías de Otto Wunderlicht o Manuel Riosalido realizadas durante la primera mitad del siglo XX cuando el monumento romano era punto de encuentro de comerciantes, arrieros y ganaderos que ubicaban bajo sus arcos bestias y carruajes. Según los datos municipales, cerca de 40.000 personas recorrieron el centenar de puestos del mercado "Segovia: decus romae" con la intención de evocar el pasado imperial que trajo hasta Segovia este prodigio de la ingeniería civil que se conserva casi intacto desde hace más de dos milenios y que se ha convertido en el emblema universal de la ciudad. Artesanía, comida… y hasta lectura de tarot conformaron la abigarrada oferta comercial que animó el pasado fin de semana, completada por musica, actividades infantiles y conferencias que sirvieron para contextualizar el pretendido recuerdo a la huella romana en Segovia.
Si la única referencia para evaluar esta iniciativa es la respuesta del público, el éxito es innegable, teniendo en cuenta que el pasado fin de semana coincidió en el tiempo con la profusión de fiestas patronales en buena parte de la provincia y las vacaciones estivales de agosto; por lo que concentrar tantos miles de personas supone un importante respaldo para esta actividad. Pero más allá de esta evidencia, conviene no olvidar que quizá no todo valga a la hora de promocionar y poner en valor un monumento al que quizá le haga más falta protección que promoción.
Todo parece indicar que esta iniciativa nace con vocación de continuidad, y de ser así, habría que perfilar muchos detalles para que el Acueducto deje de ser un "marco incomparable" para este tipo de iniciativas, y sin menoscabo de su inefable tirón popular, sea un monumento respetado y respetable.
El primero de los detalles a mejorar es el de la seguridad. Desde el corte de tráfico de 1992, solo las ambulancias pueden atravesar bajo sus arcos, teniendo en cuenta que es la ruta más rápida para trasladar a un paciente de urgencia hasta el Hospital General, y no es de recibo que estos vehículos hayan tenido que hacer en estos días un slalom para sortear los puestos cuando lo lógico hubiera sido dejar expedita la entrada y la salida para evitar problemas. Otro detalle sería dotar al mercado de un discurso temático vinculado al origen romano, y evitar la excesiva concentración de puestos, algunos de ellos de muy dudosa relación con el asunto.
El 'orgullo de Roma' al que apelaba el lema del mercado no se demuestra con legionarios romanos de atrezzo. Existen asociaciones dedicadas a la recreación histórica que trabajan desde el rigor histórico para dar a conocer aspectos de la historia del imperio romano vinculadas a la época de construcción del monumento a las que quizá se hubiera podido contratar prescindiendo de los puestos de quesadas y sobaos pasiegos o el de escudos de equipos de fútbol en marquetería, por poner algunos ejemplos.
Se trata, en definitiva, de que el Acueducto siga siendo incomparable, pero que no se convierta en un marco en el que cabe cualquier iniciativa. Parece un contrasentido que los libreros, los artesanos o las mujeres rurales no puedan celebrar sus ferias en un entorno mucho más alejado como es la Avenida del Acueducto y que se hayan instalado un centenar de puestos a escasos metros del monumento. Es la hora de que el Acueducto sea tratado como se merece y que se busque el equilibrio entre su importancia como patrimonio de la Humanidad y el espacio para la convivencia y la cultura ciudadana. Hay que valorar la iniciativa del equipo de Gobierno para poner en valor el monumento, recordando que hace unos años, decenas de segovianos abrazaban el Acueducto como signo de compromiso. Ahora hay que hacer realidad el abrazo con medidas que lo protejan para que siga en pie al menos otros dos mil años. Segovia lo merece.