La semana pasada empezó revuelta en la actualidad a cuenta del nuevo Mercado Romano celebrado a los pies del Acueducto. No asistí en persona, pero he seguido la polémica por las redes y los medios de comunicación. No me interesan los 'mercados artificiales' que luego se le añade el apellido que quieras; medieval, vikingo, barroco o de lo que se les ocurra para vincularlo a la localidad donde se celebra. No entiendo su éxito. Siempre ofrecen lo mismo, caro y de calidad bastante mejorable, cambiando eso sí la vestimenta de los dependientes. Respeto a quien opta por dedicar su tiempo libre a pasearse por ellos, pero ahí no me pillan, prefiero el de los sábados en la Plaza de Toros.
Se ha convertido en un recurso manido del concejal de Cultura o Turismo de turno. ¿Qué hacemos este año en la semana cultural? Pues un mercado de lo que sea… se llama al organizador de turno y él te pone el mercado llave en mano, con puestos, vendedores, algo de decoración y un par de talleres para niños. El organizador no paga tasa por ponerse en el centro de la ciudad y encima pillará algún apoyo en plan dinero o campaña de publicidad. Fórmula fácil y sin ningún mérito para el concejal de turno. Eso sí, lo vendemos como un éxito de gestión municipal con sus fotos y notas de prensa correspondientes.
Pienso que si Mazarías es alcalde de Segovia, en parte, es porque los gobiernos municipales del PSOE habían hinchado demasiado el globo de los eventos y celebraciones, especialmente de la mano de Clara Luquero, primero como concejala de Cultura y luego como alcaldesa. Daba la sensación de que el Ayuntamiento de Segovia se dedicaba más a organizar saraos cada semana que a su cometido real que es prestar servicios a los ciudadanos y encargarse de que la ciudad funcione.
Lo importante era que siempre hubiera algo que celebrar. Por celebrar se ha celebrado la Janucá con su ciclo de cine y menú degustación, sin apenas comunidad judía en Segovia. Se gastaba más en carteles y megafonías que en albañiles y fontaneros, y luego claro, la ciudad con baches y goteras, pero muy divertidos todos y una buena excusa para que vengan turistas a gastar, que es una causa noble, pero no la única.
Se piensa más en el de fuera, que viene de visita a la ciudad que en los que la habitan, que son los que pagan la fiesta. Como aquellas familias que tenían el salón grande con muebles sin usar e impoluto para las visitas, y luego hacían 'la vida' en el cuartito de estar, todos apiñados y sin comodidades. Apariencia frente a realidad.
Si Mazarías aspira a repetir mandato, ya puede ponerse las pilas en aspectos prácticos. Que la ciudad mejore en cosas tangibles. En lo que en realidad importa. Que las calles estén limpias y sin baches, que los equipamientos municipales estén bien dotados y con un buen mantenimiento, que las licencias de urbanismo se tramiten en plazos razonables y, en definitiva, que se piense en los ciudadanos primero y vivir en la ciudad sea fácil y agradable.
Da la sensación de que se tira por lo fácil. Contratar el evento que luzca mucho, pero como los fuegos artificiales, una vez explotado no te queda nada. Pongo un ejemplo. En julio visitó Segovia la selección española de baloncesto femenino en un triangular para preparar los Juegos Olímpicos de París. Pabellón lleno, partido emitido en Teledeporte, un gran retorno turístico y económico, dicen. Un poco de glamour al módico precio más de 120.000 euros.
A esto, este invierno los atletas segovianos que entrenen en las pistas Antonio Prieto, tras su entrenamiento se irán a casa a duchar porque en sus vestuarios no hay agua caliente, ni calefacción. La imagen al exterior, frente a la realidad del día a día del segoviano de pie. Y a pesar de todo, siguen saliendo atletas como Águeda Marqués, a la que recibiremos con honores y homenajes, pese al abandono de las instalaciones y sin módulo de atletismo cubierto.
El que dé con la tecla y apueste por lo realmente importante y empiece en pensar en los segovianos del día a día, en vez de los visitantes del puente o fin de semana de turno, tiene Alcaldía para rato. No sé si es mucho pedir.