Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


El Padre Nicolás

24/02/2025

Aunque todo el mundo sabía que su tratamiento debía corresponderse con la jerarquía eclesiástica que había alcanzado (Monseñor Castellanos), todo el mundo, porque todo el mundo le conocía, le identificó más simplemente como el Padre Nicolás, o incluso como Nicolás, sin más protocolo. Y tal vez ello fuera un síntoma de lo que había detrás.
Le conocí cuando todavía ejercía como obispo de la diócesis de Palencia, y seguramente fue con ocasión de alguna actividad pública de las que yo desarrollaba por entonces. Y, como tantos otros, quedé impresionado con la noticia, por insólita, de que abandonaba la dignidad episcopal para trasladarse a un lugar remoto de Bolivia. Y allí se asentó, en un suburbio de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, en la parte llana del país.
Y allí fue donde la casualidad, o la suerte, me dió la oportunidad de conocerle más, y de conocer lo que allí hacía. Durante largo tiempo viajé a esa ciudad con frecuencia a impartir clase en su universidad pública, y era costumbre ponernos en contacto y compartir tiempo y experiencias. Dos cosas me impresionaron desde el principio: la vitalidad enérgica y decidida con que se desenvolvía, que conservó por más que pasara el tiempo, y el lugar donde tenía su residencia, una humilde casa molinera que los voluntarios que le ayudaban en la tarea designaban con gracia como 'el palacio'.
Año tras año fui conociendo la obra ingente que puso en marcha y la impresionante evolución que experimentaba. Y había que observar el entorno, aquel suburbio del Plan 3000, para entender el significado. Un entorno inhóspito y degradado como pocos en el que iban creciendo escuelas, comedores, hospitales, instalaciones culturales y deportivas, utilizando a tal fin las ayudas públicas y privadas que era capaz de captar, con su determinación, pero sobre todo con su ejemplo.
Andando el tiempo vió la conveniencia de constituir una fundación (Hombres Nuevos), cediendo la dirección y gestión del proyecto a personas de allí, que le habían acompañado en ese camino de solidaridad real con quienes lo necesitaban. Siempre pensó que era la mejor manera de asegurar la continuidad de la obra. Y así debe ser, contando con que el impulso de su testimonio es de tal magnitud que no podrá apagarse nunca.

ARCHIVADO EN: Palencia, Bolivia