Me gusta el fútbol. Vivir la infancia y la adolescencia a 100 metros del campo de El Peñascal imprime carácter y recordar el trasiego de personas que los domingos acudían al terreno de juego para ver a la Gimnástica Segoviana batirse el cobre en un agreste campo de tierra donde el 'jogo bonito' consistía en no salir demasiado magullado forma parte de los recuerdos donde los chavales de la época soñábamos con marcar un gol en nuestro Maracaná local. En ocasiones – pocas- podíamos asomarnos a la grada y seguir las evoluciones de la Sego, admirando la imponente presencia de Bellota en la portería, las vertiginosas carreras por la banda de Julito o la pelea por el gol de Cuéllar frente a las defensas visitantes; y nos llevábamos a casa el recuerdo de épicas batallas deportivas que ansiábamos protagonizar vestidos con la camiseta roja y azul.
El tiempo pasa y de El Peñascal nos trasladábamos a La Albuera para disfrutar de un nuevo comienzo en el fútbol local, y el Mundial de 1982 trajo al entonces coqueto estadio segoviano a la selección de Austria, donde los chavales nos ubicábamos tras las porterías para ver los entrenamientos del combinado tirolés envidiando la suerte del niño al que la selección regaló un precioso 'Tango' de Adidas como compensación a un balonazo recibido durante las sesiones de entrenamiento.
Para hacer realidad el sueño del fútbol, surgía más o menos por aquella época un club que bajo el nombre 'Unión de Amigos' (UNAMI) trataba de captar la atención de los jóvenes valores de la cantera local que no tenían sitio en la Sego. Las pruebas se hacían en la explanada del antiguo campo de Chamberí bajo la inflexible y generosa mirada de José María Rodríguez 'Poti'. Ser elegido por 'Poti' y que te llamara para jugar en el UNAMI en cualquiera de sus equipos era un distintivo de calidad del que poder presumir ante los amigos en el recreo del instituto.
El tiempo ha pasado y acabó poniendo en su sitio a quienes iban para figuras del deporte y a los que como futbolistas éramos unas bellísimas personas, quedando como único consuelo subir de vez en cuando a La Albuera para sufrir y gozar con las decepciones y alegrías que nuestra Sego nos ha ido dando en los últimos años. Después de varios años de idas y venidas, de gestiones erráticas y de algún que otro delirio de grandeza, el conjunto gimnástico parece haber enfilado una trayectoria que ha devuelto la ilusión y la alegría al aficionado segoviano. Ver las gradas de La Albuera llenas de público en esta primera singladura por la Primera RFEF es todo un placer, y pone de manifiesto el apoyo de la masa social y de la ciudad a un proyecto basado en la seriedad y el rigor a la hora de la planificación deportiva y en el esfuerzo por adecuar sus estructuras administrativas y organizativas a la realidad que imponen los nuevos tiempos.
No es mi intención hacer un análisis del trabajo de la Sego, porque para eso pueden leer a mi compañero Nacho Sáez, escuchar la tertulia deportiva de La 8 TV que dirige Miguel Ángel Fuentetaja o a Sergio Perela y David Matarranz en Vive Radio; cuyo criterio será por experiencia siempre más acertado que el mío, pero en este inicio de la temporada me ilusiona observar cómoSegovia se vuelca con su equipo, el de toda la vida. No hay que olvidar que a este éxito contribuyen desde el principio los socios que durante décadas han aguantado el frío y la lluvia en La Albuera en el pozo de la Tercera División y que siguen a su equipo por los cuatro puntos cardinales y que ahora, a buen seguro, se sentirán arropados por los conversos de este particular credo que comenzó su historia allá por 1928. El año en el que nació Juana Calle 'la Jefa Juanita' que desde el cielo seguirá los éxitos de un club que, como ella, sostiene los cimientos de la historia de la ciudad.