Marcelo Galindo.

Pare, mire, cruce

Marcelo Galindo.


El peligroso secreto del Acueducto

01/03/2025

La semana pasada, los segovianos desayunábamos con la noticia de una (otra) irresponsable y peligrosa acción que vuelve a tener el Acueducto como protagonista. A primera hora de la mañana, una persona era vista subida al monumento romano en el punto mas alto con un teléfono móvil en la mano con la pretensión de hacerse un "selfie" con el que incrementar su número de seguidores en la red social de moda. Como es obvio, su presencia no pasó inadvertida para quienes pasaban por el azoguejo o la Plaza Oriental y la rápida actuación de la Policía Local evitó males mayores al conminar al autor de tan temeraria iniciativa a bajar del monumento y posteriormente imponerle la correspondiente sanción conforme a lo establecido en la Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana; que establece multas de hasta 3.000 euros por esta acción.

Lo de subirse al Acueducto, sin ser frecuente, es más habitual de lo que sería deseable para un monumento de su categoría. En los últimos años se han sucedido episodios muy similares al registrado hace algunos días, lo que pone en duda la eficacia de los sistemas de seguridad que en su día se instalaron en la zona del Postigo para, si no evitar, al menos poner más difícil encaramarse al monumento romano. De igual modo, en zonas como la plaza de Día Sanz, no es difícil ver personas subidas en los arcos más accesibles para poder llevarse un recuerdo de Segovia sin tener en cuenta el perjuicio que puede causar subirse en sillares que tienen más de dos milenios de historia.

En mi recuerdo profesional, he tenido la mala fortuna de informar sobre sucesos muy tristes vinculados a este problema, donde algunas personas eligieron el monumento como lugar para quitarse la vida, y ni siquiera con estos trágicos precedentes se ha conseguido poner coto a esta situación.

La verdad, no me imagino a ninguna persona campando a sus anchas por el Coliseo de Roma, subido en las columnas del Partenón griego o sobre la cabeza de la Esfinge de Giza en Egipto. De igual modo, me resulta dificil visualizar que alguien pueda hacer de su capa un sayo en cualquier entorno monumental protegido en todo el mundo, bien porque se encuentren convenientemente protegidos o por las medidas coercitivas que lleva consigo vulnerar su protección.

Segovia es el Acueducto, y el Acueducto es Segovia, y si bien es cierto que tras dos mil años de vida goza de muy buena salud, no es menos cierto que su protección no ha supuesto una preocupación excesiva a las autoridades que deben tutelar por ello. Hay que reconocer que se han hecho actuaciones importantes para su mantenimiento y que existe un marco legal al que se puede recurrir para su protección, pero la sensación que existe en la ciudadanía es que su aplicación se ejerce con laxitud.

No es posible poner un policía en cada pilar del monumento, y sería de todo punto absurdo tratar de meter el acueducto en una urna o acotar las zonas más expuestas, porque su estructura está encardinada en el corazón de la ciudad. En este caso, quizá la aplización de las nuevas tecnologías pueda ser la solución del problema a través de un sistema de videovigilancia monitorizada las 24 horas del día, o el control periódico y sistemático del estado del monumento a través de drones que puedan detectar no sólo la presencia de personas no autorizadas, sino también problemas que puedan amenazar su estructura constructiva.

A todas estas medidas, y otras que se puedan aplicar, se debería añadir el régimen sancionador mas duro posible para quienes vulneren la seguridad del monumento, tanto en el marco administrativo como en el penal si así fuera oportuno, y para ello, convendría contar con un soporte legal al que agarrarse para poder aplicar estas medidas coercitivas.¿Por qué no una ordenanza municipal específica?

En tiempos de incertidumbre, la bimilenaria imagen del Acueducto revela que una obra bien hecha y bien protegida puede trascender la historia. Hagamos posible entre todos que nuestro Acueducto pueda seguir siendo el estandarte de la ciudad al menos otros dos mil años.